No cuentes conmigo

Después de los choques, de los golpes y accidentes, después del sonido de los cristales rotos, esparcidos, y de las sirenas; después de todo eso... llega el silencio.
En los golpes de la vida pasa exactamente igual. Cuando no puedes evitar las bofetadas de la vida, cuando ya ha pasado el ruido y se queda solo el silencio de la noche y el después, ya sabes, “la calma tras la tormenta”; la vida te permite una recompensa: una lección.
Tienes unos minutos para levantarte, observar los reflejos en cada trozo de cristal, en cada añico del dolor. Y en la sangre de cada herida. Puedes detenerte a escuchar a todos los que se acerquen y te pregunte si estás bien, a todos los que te tiendan la mano para ayudarte a levantar el vuelo.
Y también te enseña a hacer cuentas y rebuscar en esos cristales el reflejo de los ojos que nunca llegaron, los que en cambio siempre ven el tuyo en sus choques frontales con la existencia.

Tal vez volvamos a vernos... Solo espero que hayas tendido la mano alguna vez. Solo espero que ese día la vida te regale en esos minutos la posibilidad de la recompensa, el boomerang que hayas lanzado antes. Porque yo ya no puedo devolver lo que nunca me llegó.


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