- ¿Sabes a que me recuerda esa nube de ahí?
- ¿A otro caballo con cuerpo de sardina?
- No, tonto, eso solo ocurre una vez en la vida. Y tú no has sabido aprovechar la ocasión, que sepas que te vas a arrepentir de no haberlo mirado bien.
Me recuerda a una nube, pero una nube triste.
- ¿Es que acaso no es una nube?
- Si, pero ¿a que no habías notado que no era feliz? En eso te llevo ventaja.
- Yo la veo tan... tan nube como todas.
- Pues yo creo que está llena de tristeza, es más gris que las demás.
- ¿Y eso qué quiere decir?
- ¡Pues que está a punto de llover! Las nubes no lloran, simplemente llueven.

Cuando se fue la magia de sus momentos, nuestros momentos, solamente me quedaron los trocitos de las historias que aún estaban por contar. Y la soledad, que sin Clara se hacía dura.

Las tardes de un verano - Marta Suárez

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