Más vale tarde que nunca. Porque el balance en conclusión se hace cuando uno cree que ha terminado una etapa, no cuando pasamos la última hoja del calendario. Y, además, cada año se vuelve practicamente el mismo.
Gente se va, gente se queda. Lecciones olvidadas, lecciones aprendidas. Lágrimas, sonrisas. Decepciones, sorpresas, alegrías. Abrazos, despedidas, besos, bienvenidas.
Y, al final, la misma historia. Por eso yo creo en las listas, no en los balances. Y que cada uno, extraiga su conclusión.

Conocí el temblor de piernas, toqué el cielo con los dedos y la tierra mojada con la punta de los pies. Aprendí a vivir sola, pero acompañada de mis fantasmas.
Conocí al amor de mi vida, Lois. Trabajé en lo que más quiero, y comencé a saber de verdad lo que es exprimir un euro.
Viví el mejor concierto de mi vida, y de la suya. Crucé puentes, y con ellos me uní y me separé de ti. Busqué respuestas en el cielo, en la hierba, en la lluvia, en las ventanas cerradas, en la oscuridad. Y las encontré, y algunas no las había querido conocer nunca.
Me arrastré, me caí, me levanté. Me curé las rodillas, las palmas de las manos, y me aparté la ceniza de los ojos. Volví a rodar y volví a aprender a levantarme.
Me resigné, aprendí a aceptar, y a no tolerar. A soñar con los ojos como platos, y a volar con las alas ya quemadas, o sin ellas.

Y al mirarlo a él, al pequeño amor de mi corta vida, me doy cuenta de que todo este balance no sirve de nada. Y, de repente, todo cobra sentido.

(c) marta.

No hay comentarios :

Publicar un comentario