¿Sabes? Cuando mi tio pequeño se murió, al poco tiempo supe que mi abuelo cayó enfermo. Yo tenía nueve años.
Recuerdo desde que tengo uso de razón que todas las mañanas salía a comprar el pan y el periódico. Iba andando kilómetros para comprarlo a las nueve de la mañana. Y cuando volvía y yo me levantaba, nos sentabamos juntos en la cocina, él comía un cachito de pan y yo otro... y leía el periodico. En silencio.
Siempre fuimos amigos en silencio, no recuerdo una gran conversación con él, ni siquiera un consejo. Pero a veces echas de menos los silencios más que las palabras y los abrazos. A veces te llenan tanto... y cuando se van te vacían.
Un día mi abuelo dejó de comer el pan conmigo, y yo le pregunté por qué. Me miró, mi abuela me cortó un trozo a mi y me dijo: está enfermo de la garganta, le duele mucho al tragar. Ya le habían detectado el cáncer.
Me acerqué y urgando en mi cacho de pan, le quité toda la miga y se la puse sobre el periódico. Le dije: este está más blando. Me sonrió y se lo metió en el bolsillo de la camisa, que justo está encima del corazón.

Supongo que al verte a tí, tan pequeño, tan en silencio, mirándome así a los ojos sin decirnos nada; me acuerdo de aquellas conversaciones mudas con mi abuelo, nuestro abuelo.
Y estoy segura de que, de haberte conocido, hubieras sido su mejor conversador.

No hay comentarios :

Publicar un comentario