Historias para no dormir y sí soñar nº14

- Yo estoy seguro de que te quiero, he arriesgado una amistad por ti, te elegí a ti.

- Ese no es el problema... a veces no basta el amor, la gente no siempre es compatible y yo no quiero...

- Ni se te ocurra decir eso de que no quieres cambiarme ni que no somos compatibles, ni se te pase por la cabeza decirmelo. No quiero oirlo.

- Es que tengo miedo... tengo mucho miedo a cada día contigo. No se a qué atenerme, no se por donde vas a salir, porque pareces la persona más sencilla del mundo, la más transparente. Y después, resultas ser una auténtica montaña rusa. Y tengo vértigo, mucho.

- ¿Tú tienes vértigo? Pues yo me siento en el borde de un abismo, a punto de caer al vacío, cada vez que te veo cerca de él. Porque cada temor que tienes conmigo me resta un punto que se le suma a él, un tío al que le gustan las mismas cosas que a tí, que no es un paleto como yo, que disfruta con los mismos hobbies que tú.
Me siento al borde de un abismo y pequeño, muy pequeño.
- ¿Qué tiene que ver nadie con nosotros? Estoy hablándote de nuestra vida, de tí y de mí, de nadie más.

- Pues yo te estoy hablando de mí, de lo que siento por tí. De que cada vez que le oigo hablar de tí no escucho más que palabras que me hacen odiarlo, porque solo piensa en lo que te hará, solo habla de tu cuerpo, de las ganas que tiene que tocarlo. Pero no habla de cuando frunces los labios, de cuando entreabres la boca justo antes de reirte, de cuando te rascas la cara porque estás nerviosa y miras a todos lados buscando tranquilizarte, de lo fácil que es abrazarte, de lo que causa el sonido de tu risa. A él no se le ocurre hablar de ese lunar que tienes en la mejilla porque solo tiene tiempo para imaginar como va a tocarte el culo, no quiere ni darse cuenta de que su mano un poco mas arriba puede abrazarte por completo, ni creo que haya tenido por un solo momento en su cabeza la idea de quedarse como un gilipollas mirándote cuatro horas mientras duermes.
Y te puedo jurar que yo, cuando me imagino contigo, en lo último que pienso es en como meter mi mano debajo de tu camiseta.

Empezó a llorar como una tonta mientras sonreía, el miedo se había ido, y el vértigo también. Nunca antes las entrañas le habían temblado así.

- Quiero montar. - susurró ella abranzándolo.
- ¿Qué?
- Que quiero montar en tu montaña rusa.

(c) Marta Suárez.

2 comentarios :