Historias para no dormir y si soñar nº4

Sabía que ella amaba quedarse horas enteras contando estrellas, aunque al llegar a quince no supiera las que había contado y volviera a empezar. Le encantaba mirarla mientras lo hacía y ponía morros al equivocarse y tener que volver desde cero. Él volvía a empezar a observarla desde cero también; y se empapaba los ojos con la luz de la luna que caía sobre sus mejillas.

No había duda alguna de que aquel regalo era el mejor que podía haberle pasado, era cosa del destino. ¿No es curioso que precisamente en su cumpleaños hubiese aquella lluvia de estrellas, justo aquel día? Parece que los astros se hubieran puesto de acuerdo para que aquel espectáculo, que sólo ocurría cada muchos cientos de años, llenase el cielo la noche en que ella cumplía dieciocho veranos.

Al llegar a la colina ella preguntó si ya podía quitarse el pañuelo de los ojos.
- No, antes necesito decirte algo…
Agarró fuerte su mano, se puso a sus espaldas, colocó la cabeza al lado de su oído para susurrárselo, pensó que así le costaría menos, y con la otra mano sujetó la venda, por si se cayese y rompiera el momento en mil pedazos. Cogió aire y después de parpadear un par de veces mirando al fondo de aquel paisaje, decidió mover sus labios para decirle lo que llevaba dos semanas tragando.
Las paredes del mundo se le hicieron estrechas a medida que notaba como ella esperaba una respuesta.
- No quería enamorarme. - volvió a parpadear, demasiado directo… - Tú, tú eres todo lo que llevo evitando años, tú te ríes y es como si rompieras la barrera del sonido, todo se queda en silencio y te vuelves el centro del universo. Y me enfado, me enfado conmigo mismo por haberme dejado caer en esto; yo sabía cómo evitarlo, pero es que tu sonrisa es lo más bonito que puede ocurrírsele al mundo. Y tú ni siquiera lo notas, no te das cuenta de lo que llenas en un segundo con tu sonrisa.
Y yo… me enamoro y se me ocurren cosas como esta, cosas… que no tienen sentido ninguno para mí, pero sé que con que lo tengan para ti es suficiente para que yo también sonría - ya no susurraba por miedo a gritar -. Me haces sonreír, me haces sonrojarme… Me haces tener que taparte los ojos y ponerme a tu espalda para poder decirte cosas que nunca imaginé que sentiría. Y me haces traerte con los ojos tapados a lo alto de una colina para ver una maldita lluvia de estrellas, que en realidad son unos cuantos meteoritos y ni siquiera me interesaba antes de conocerte. - se quedó callado.
- Lo sabía!! - gritó ella dando un salto.
- Oh, mierda… - ella ya se había dado la vuelta y quitado la venda.
- ¿Qué pasa? Es el mejor regalo que me han podido hacer nunca…
- ¿Ves? Consigues hacerme reír, llorar, decir idioteces… Cambias toda mi vida, pero sigo siendo el mismo bruto que mete la pata cuando menos tiene que hacerlo.- ¿Y quién ha dicho que yo quiera cambiarte? Yo no quiero a nadie diferente a ti, porque ese cursi en el que dices que te has convertido… ya estaba dentro de ti antes de que yo llegase, vivía escondido dentro de ese bruto.
Sólo que… - sonrió de esa manera en que le hacía temblar - yo no hago ruido cuando llego, y dejo que se asome a ver las estrellas con nosotros.


Historias para no dormir y sí soñar (hª4)
(c) marta.

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