De infarto

Cuando nací los médicos le dijeron a mi madre que, después de más de diez horas de parto, tenía el corazón demasiado acelerado.
Cuando tenía tres años lloraba al ver a los niños pillarse unos a otros jugando, y mi madre me dijo: solo están jugando, eres muy asustadiza. Y con seis los profesores les dijeron a mis padres que era demasiado sensible cuando me reprendian por algo. Con ocho me caí y por primera vez me desmayé. Y me llamaron delicada.
Con quince años lloré, sola, al terminar de escribir mi primer relato. Con veintidós sigo temblando al ver la imagen de un torero. Y me siguen calificando como demasiado sensible.
Desde que tengo uso de razón, lloro con todas las películas, las canciones, los conciertos. Con todas las telenovelas, con todos los dibujos animados e incluso con los informativos y leyendo el periódico.

¿Demasiado sensible? ¿En qué punto se vuelve demasiado?
Quizás este mundo no sólo nos obligue a estar guapos, delgados. Quizás no solo existan canones de belleza, sino también para los sentimientos. Quizás la globalizacion no sea solo económica, lingüistica; a lo mejor también quieren que todos pensemos igual, que todos sintamos al mismo nivel.

 Al nacer, mi corazón latía desbocado. Y ya en ese primer minuto de vida, todos advirtieron que no era lo normal. Y siguen diciéndolo. Siguen corrigiéndome. Los médicos, los profesores y seguramente, algún dia, algún psicólogo me diga que debo sentir menos.
Y creo que seguramente sólo intentaba demostrar las primeras emociones que sentí al conocer la vida. Igual que con tres años cuando expresé por primera vez el miedo a que alguien alcanzase a otro, a que alguien fuese capaz de frenarme. Como cuando al caerme tuve miedo. Como al terminar de escribir una historia me dio por temblar al verme reflejada en unos personajes de papel.
Exactamente del mismo modo que expresé y expreso mis emociones cuando veo algo que no puedo solucionar. Un sentimiento, una palabra.
Algo nuevo o algo viejo, vivido o no, pero algo vivo.

Por mucho que haya muerte todos los días, ruina, deshaucios, suicidios, maltratos, terremotos y soledad. Por mucho que los periódicos y la televisión se empeñen en hacernos callo en el corazón, el mío sigue rompiendo las durezas latiendo más fuerte, acelerándose y desbocándose como cuando abri los ojos y solo encontré un mundo nuevo y con ganas de dirigir mis pensamientos.

 No controlo mi corazón, sigue latiendo a su ritmo, a veces taquicárdico, avisándome de que algo va mal o bien, pero que va.
Y estoy orgullosa de ello. Así que pido al mundo, por favor, que deje de aconsejarme que “las cosas no deben afectarte tanto, por tu bien”.

Por mi bien es que quiero seguir emocionándome.

 (c) www.martasuarez.tk

1 comentario :

  1. ¿Qué es una vida sin emociones?
    Que nadie te diga lo que debes sentir. Se siente por naturaleza. Somos humanos.
    :)

    ResponderEliminar