Otra vez...

La verdad es que siguen siendo para mí fechas irrelevantes estas de cumpleaños y nocheviejas. Pero está claro que hoy comienza otro ciclo; social o biológicamente, eso ya es otro tema.
Hace unos meses concluí que los años no están para ser felices, que ese deseo de felicidad y prosperidad no lo asegura todo. Porque al final del camino, del año, de la etapa; uno sonríe más por los momentos locos, extraños, absurdos; que por la cantidad de fiestas a las que haya ido.
Porque las sonrisas que se quedan dentro no son las que hemos tenido, sino las que nos produce recordar que ha habido momentos peores. O simplemente, diferentes.

Desde mi último repaso, desde mi último balance, pocas cosas han cambiado; pero he sumado muchas a mi vida. Entre ellas un libro publicado. Sigo pensando en la filosofía que algún día nos explicaron de la mente del arquitecto medieval. Sumar y sumar. Aditivos para crear listas de recuerdos, posesiones (inmateriales y materiales), sueños, proyectos, decepciones... No creo que pueda contaros nada nuevo. Y la verdad es que será con el paso de los años cuando logre explicaros si he aprendido algo en este periodo o simplemente han evolucionado mis pensamientos.

Sigo creyendo en los corazones, en las cartas, en en las palabras. Sigo “contando con” y “agarrando de” mi mano a los verdaderos amigos. Que son compañeros, colegas y hermanos, todo junto. Sigo curándome con la música y con las personas. Sigo sintiéndome afortunada y sola a la vez, depende del momento. Y es que... sigo siendo géminis. Sigo amando a las mismas personas, aunque ya no hablemos, aunque ya no queramos vernos. Porque nunca he sido amiga del amor reciclado.

Sigo deseándote que seas feliz, que te vaya bien, que te rodeen siempre brazos donde reposarte para descansar. Que sople el viento cuando quieras navegar hacia el futuro. Que te aplaudan cada vez que entregues el corazón. Que quieras contarme cada noche como te van las cosas, anuque no lo hagas.

Y a mi sigo deseándome conocer, tocar, sentir. Seguir temblando por dentro con los gestos de un niño, con los consejos de un anciano. Sigo queriendo quererme y pisar las zancadillas de la vida.Y de la gente. Sigo pidiendo de regalo de cumpleaños magia, para repartirla en doce meses y que me sobre para una paga extra el siguiente tres de junio.
Y que la vida siga dándome presbicia, para retirarme unos metros y ver desde lejos y en frío las cosas antes de echarme a llorar. Para entender, para no juzgar. Para saber que los años son el regalo.

Felices veintidós, Martiña.

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