(auto)decepciones

Siempre me he preguntado por qué hay hijos drogadictos, padres alcohólicos, parejas infieles, amigos que desaparecen, jefes explotadores, compañeros desagradecidos, desconocidos ladrones, asesinos.
Tras mi corta (muy corta) relación con el ser humano he concluido que se trata de egoísmo. Egoísmo para no ver los problemas, para no ver en el espejo al culpable de todos ellos. Egoísmo por explotar el placer propio porque es el más fácil de experimentar. Cuesta mucho ponerse en la piel del otro para sufrir, pero – aunque parezca paradójico – mucho más dificil lo es cuando se trata de sentir sus triunfos. Por egoísmo, porque no son nuestros. Porque somos animales en el fondo... y en la superficie.
Y somos egoístas, en conclusión, por momentos como este, en que me pregunto por qué los demás cometen errores conmigo sin percatarme de que quizás deriven de los míos. De que mis actos pueden ser el motor de tanto miedo a mi alrededor, que les haga huir con alcohol, con traiciones, con mentiras. Porque soy tan egoísta y tan cobarde que no puedo imaginarme ser la culpable de los errores del prójimo.

(c) Marta Suárez

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