Os deseo... un extraño 2012

Igual los balances hasta ahora se me han dado bien. No sé, eso dicen. Y por esto de escribir... también suelen elogiarme. Aunque no soy tan buena; es vuestra falta de más lectura, os lo repetiré siempre.
Pero seguramente el año más extraño de mi vida no pueda resumirse ni extenderse con simples palabras. Creo que lo mejor es dar vuelta atrás, mirar fotos, vídeos, recuerdos que solamente yo sé como fueron en realidad. Y ponerles un toque de humor, o lágrimas también. Porque ha habido momentos en los que el nudo de la garganta se me ataba cada vez más fuerte. Pero han valido la pena.

Así lo describo. Extraño. Mutante.
Porque ha hecho que mi vida cambie en muchos aspectos y de muchas maneras. Incluso he cambiado yo.
Por eso, aunque me encanta contaros mis mil y un visiones de las cosas con mil y una palabras, con el balance de este año no lo haré así.

Enero: la vuelta a casa, la vuelta al autobús. A las vistas por la ventanilla, al frío, a quedarme dormida dos paradas. La espera por algo.

Febrero: la chica de ojos azules y zapatillas rosas. La bienvenida a un piso nuevo, a unas compañeras nuevas. La incertidumbre, la adaptación. Nadie sabía lo que se nos venía encima.

Marzo: la partera, la bandolera. Las mantitas, las sesiones de fotos y dar los buenos días a Santiago antes de que pusieran las calles.

Abril: los vecinos que tiraban cosas, los parecidos razonables, las primeras últimas noches en vela. Los baseballs.

Mayo: Las noches escuchando gritar a los que no tenían examen al día siguiente. Los precedentes de todos los tú si que vales, tu cara me suena y menudas estrellas.
La gala inocente inocente en Barcelona. El pantumaca, el bar facha, el arriba España ponme una caña, los pasos de cebra con mensajes acojonantes, los catalanes pidiéndonos tarifas. Dormir en la plaza Colón con unas gafas de montura al aire rotas.

Junio: el allanamiento de morada, los antecedentes, las agresiones, la policía y los refuerzos, el esguince, los desmayos, el alcohol y el azúcar, una fiesta de cumpleaños sorpresa, las muletas, los rizos, Perroso, las cenas de gala y darse cuenta de que hacer las maletas iba a costar demasiado. El último "nos vemos el lunes".

Julio: hibernar. Esa es la palabra.

Agosto: Las tijeras voladoras, el fin de un verano que pasó volando. La busqueda de piso con mi "hermana mayor". ¡Qué coño, fuera comillas!

Septiembre: la vuelta a la rutina en un tetris con forma de casa. ¿O una casa con forma de tetris? El Ikea.

Octubre: Comienza la traca, las dieciocho asignaturas que tengo por delante.
Mi mejor amigo, mi hermano, mi padre, viene a verme y a enloquecerme.

Noviembre: ¿Dulce? Quizás pasajero. Se amplía mi carrera un año más. O eso creo.
Pero conozco a Jorge Drexler, y le escucho en mi ciudad. Con guitarra, con Mariana.

Diciembre: Sale a la venta Cuéntame un Cuento, mi primer puto libro con sus cinco letras. Y en una semana se agota la tirada. Getty Images me ofrece comprar diez de mis fotos.
La mejor manera de cerrar un balance.

Os habrá sabido a poco. Pero este telegrama a mí me trae los recuerdos más dispares del mundo. Y es lo que importa.

Me he dado cuenta de que los años no están para ser felices, que ese deseo de felicidad y prosperidad no lo asegura todo. Porque al final del camino, del año, de la etapa; uno sonríe más por los momentos locos, extraños, absurdos; que por la cantidad de fiestas a las que haya ido.
Porque las sonrisas que se quedan dentro no son las que hemos tenido, sino las que nos produce recordar que ha habido momentos peores. O simplemente, diferentes.

Por eso os deseo... ¡un 2012... que os cambie la vida!

www.martasuarez.tk

2 comentarios :

  1. Me gustó mucho, y es muy cierto eso que dices de que uno sonríe más por esos momentos, porque son los más auténticos... y los que al fin y al cabo recordamos con más cariño !
    Un saludo !! =)

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  2. Por cierto me pido ese libro, a ver si lo encuentro, que me encanta cómo escribes! (L)

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