Ironía de una historia

Al final he entendido que yo tuve la culpa. De todo.
Así que te pido perdón. Perdón si alguna vez, mientras llorabas, te sequé las lágrimas. Perdón si cada vez que me gritabas que me echabas de menos corría a tu lado dejándolo todo atrás. Perdóname si te dejé a solas cuando me gritabas “déjame en paz”.
Disculpa que te haya querido demasiado cuando tu no querías a nadie, o que te haya querido todavía más cuando me sonreías. Perdona que te cogiese la mano por las noches, perdona que te susurrase buenos días con un beso mudo. Siento haber reído tus gracias y haber llorado tus penas. Lo siento de veras, porque veo que te hice demasiado feliz, y entiendo que no querías eso.
Perdona que haya antepuesto siempre tus logros a mis logros, tus derrotas a las mías. Perdona que te haya querido más a ti que a mi, que haya soñado con tus sueños en vez de con los míos.

Perdoname, porque después de tus mil reproches a mis mil y un detalles he entendido demasiadas cosas. Porque ahora que me paro a leer, comprendo que esta carta está llena de disculpas a mí misma, por haber perdido el tiempo y por haber chocado una y otra vez contra una pared, que yo seguía confundiendo con un camino hacia miles de momentos que nunca llegaron a suceder. Por lo menos para mí, y lo que es a tí... ni siquiera les habrías prestado atención.

(c) marta.

No hay comentarios :

Publicar un comentario