Estoy cansada

Cansada de que se me juzgue por lo que hago y por lo que no, por lo que me esmero y por lo que dejo surgir, por lo que sé y por lo que ignoro, por lo que me duele y por lo que me pasa desapercibido. Harta.
Agotada de pensar en lo que no hará daño a los demás, en dejarme la piel en el intento de satisfacer corazones que ni siquiera laten una sola vez por mí. Y de escapárseme el tiempo y la paciencia entre los dedos como arena, y recogerla una y otra vez, una y otra vez; esperando volver a ver sonreír a quien no lo hará por mí ni una sola.
De sentirme culpable y de preguntarme porqué narices me enfado, y de perdonar, y de recuperarme sin que ni siquiera se haya dado cuenta de que he estado dolida por un solo momento. Porque ella “está mal, peor que yo”. Siempre los demás.

Que no, que a mi me duelen las heridas, a mi me escuecen los silencios, y las palabras también. Que yo también duermo con un ojo entreabierto pensando en la montaña de lágrimas que tengo en las espaldas, y las que me quedarán por derramar al día siguiente. Que yo también escondo un llanto detrás de cada sonrisa hacia los demás, que no soy un puto escaparate de palabras y gestos amables en el que mirarse todo el mundo.
Que yo grito. Grito y no se me oye. Lloro y no se me moja la cara. Y todo por verte sonreír a ti, no verte gritar ni llorar a ti.
Y me trago tantas cosas, y tantas lágrimas... que la garganta me duele. Me agoto. Y a pesar de todo vuelvo a hacerlo de nuevo. Pero contigo no, ya se acabó la función y he apagado las luces. Búscate el bufón en otro teatro.

(c)marta.

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