Solo se escuchaban los grillos y la brisa entre los setos. Y los pies de Clara moviéndose en el agua de la piscina, lentamente y siempre en la misma dirección. Todo en ella tenía una razón, hasta cómo chapotear.
Yo miraba sus ojos, entre los mechones de pelo que se le escapaban de detrás de la oreja y caían por encima de su cara. A su lado, a su derecha, intentaba analizar en qué pensaba mientras miraba sus propios pies moverse en la superficie azul. Detrás de su cabeza las luces de las calles, desenfocadas, ajenas a todo lo que brillaba ella.
- ¿Cuánto ha pasado, dos años, tres...? – sabía perfectamente cuánto, dos años y dos meses sin verla - No has cambiado nada. Sigues oliendo igual - levantó la mirada y se rió como una niña.
- ¿Oliendo igual?
- Como cuando vuelves a casa después de un viaje. Así hueles tú.
- Siempre has sido raro para echar piropos. – alzó la cabeza y me miró bromista – Aunque llevo dos años y dos meses... – me guiñó un ojo y se me estremecieron las tripas, no era el único loco que había contado los meses. – escuchando cumplidos de guiris y poniendo buena cara aunque no les viese la lógica, aunque allí la guiri era yo... Así que agradezco tus rarezas.
- Pensé mil veces con este momento ¿sabes? Creí que sería más difícil volver a verte. Me refiero a hablar, sin tensiones.
- Son demasiados recuerdos, lo difícil sería no hablar.
- Precisamente por eso, por todo lo que hemos vivido. Y aunque eres la misma... te veo distinta.
- ¿He cambiado? Yo a tí te veo igual de despeinado.
– Sonrió y metio su mano entre el pelo de mi nuca, sentí el impulso de alzar la cabeza para sentirla todavía más dentro de mi pelo. Echaba de menos eso... - ¿en qué he cambiado, a ver?
- Has vivido... has continuado. Supongo que yo también soy distinto a hace dos años, pero me veo todos los días. La última vez que te ví a ti eras mi novia, y ahora eres... una mujer especial para mí que ha vuelto de Londres tras dos años sin saber de ella. Eres diferente a Clara, aunque seas tú.

En ese momento salieron al jardín los demás riéndose, y se acercaron rompiendo el silencio cálido que Clara y yo habíamos creado. Hablaban de Luis y de un chiste que habían contado dentro de la casa. Clara me miró, me dedicó una sonrisa y se levantó del borde de la piscina, sin antes tirarme unas gotas de agua con una mirada pícara. Le devolví la sonrisa y nos adentramos en el grupo.

Pablo se acercó a mí con dos copas y me ofreció una.
- Está guapa ¿eh? ¿Que has sentido?
- Está igual de especial, igual de linda y... igual de única.
- Sigues enamorado de ella. Hoy cuando la has visto aparecer lo decías con los ojos, la mirabas como hace dos años, compañero, con los mismos ojitos de idiota. Ya me dirás que sientes por Laura, porque desde luego a dos mujeres a la vez no se las puede querer...
- No lo puedo negar, no sé soltarme de ella. Me he dado cuenta de que no sé estar solo, por eso estoy con Laura, no porque la quiera. Y ha tenido que volver Clara, después de dos años, para que me percate. Laura es normal, sabes qué va a decir, sabes cuánto va a insistir para que la lleves a cenar y a qué lugar te pedirá ir... no te hace falta conocerla, es previsible. A Clara la conocía como la palma de mi mano y era un ebullir de ideas, tío, nunca sabías qué esperar. Era para volverte loco.

- Bueno... la mayoría del mundo se casa con gente tan normal como Laura, y es feliz. – dió un sorbo a su pajita y me miró como esperando que le consolase ante su aburrida vida de casado.
- Si puedes ser feliz así... pero yo no sé. Odio la rutina, y la rutina odia a Clara, por eso era feliz; no sabía qué esperar.
Nos quedamos en silencio unos segundos mientras la mirábamos a lo lejos, conversando con las demás.

- Marcos... ¿porqué coño la dejaste ir?
- Para poder sonreír al volver a verla, para poder recordarla con esos ojos de idiota. Si seguíamos juntos nos mataríamos.
Preferí echarla de menos a odiarla.



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