El ser humano siente la eterna necesidad de regir su vida por los números. Contamos nuestras riquezas, nuestros amigos, las horas que debemos dormir, las que estamos dispuestos a trabajar. Restamos en el calendario los días para irnos a ese viaje o de vacaciones, las veces que nos han hecho sufrir o cuánto sabemos en un examen. Nos ofende si alguien no recuerda las fechas importantes, el 14 de febrero nos acordamos de lo que queremos a nuestra pareja y los martes 13 nos dan miedo, la lotería que acabe en 7 por favor, que da buena suerte.
Pero las cosas que realmente nos hacen latir el corazón no somos ni seremos capaces jamás de contabilizarlas con números ni fechas. el amor es infinito, se siente o no se siente, se quiere mejor o peor, pero no más o menos. No echamos de menos setenta veces a una persona, la extrañamos y punto. No tenemos ocho ganas de abrazar a un amigo que vive lejos, simplemente nos morimos de ganas.

La brisa le acariciaba la cara y el movimiento de los árboles al compás le susurraba melodías tristes y llenas de dolor. Sentada en aquel cementerio tocaba con la yema de sus dedos el nombre de su niño grabado en la lápida, un año más. Y ya eran tres.
Y sintió como le cogía él de la mano. Él, que a pesar de todo lo que se habian destruido junto al dolor, también acudía como cada año a llorarle con ella. Se sentó a su lado y le apretó fuerte la mano mientras observaba la otra acariciando la piedra. Sus miradas fijas en lo más bello que habían creado y lo último que les unió.
- Siempre me olvidaba de todas las fechas importantes, ¿porqué no puedo olvidarme ni un sólo día de esta? Y hasta cuento los días que quedan...
- Porque los números de esta fecha suman las lágrimas que nos cuesta recordarle.
- Infinitas...
- No, unas cuántas más.

textby (c) martasuarez.

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