Y ahora toca recoger el equipaje. El juego terminó, aunque para mí nunca lo fue. Y si en realidad se trataba de eso, yo jugué a ganarte cada minuto.
Solo nos quedan las sonrisas de papel, los recuerdos impresos en fotografías y tu nombre escrito con el dedo en el baho de mi espejo.
He decidido enumerar los paseos sin reloj por orden alfabético, y todos se acumulan en la S de siempre. Toda la magia de nuestros instantes se quedará pegada a nuestro interior, como rayazos en la madera, como la marca rectangular de nuestras fotos en la pared, aunque las arranque mil veces.
Respiro despacio antes de irme y cerrar la puerta de nuestra historia, de las cuatro paredes de lo que pudo ser y no fue. Recojo en mis pulmones de un solo golpe el olor a gominola de tu pelo, el azúcar pegado a tus labios que me pedía que le rescatase con los míos, la sal de las lagrimas que besé mientras recorrían a toda velocidad tus mejillas, el calor de tus manos y el frío de tus pies en medio de la noche.
Lo superaré, aunque no lo olvidaré. Mi fe y mi religión están para siempre en tí y en cada uno de los momentos que el camino dejo en el arcén, puedo mirar atrás para sonreír al verlos en mi mente, y debo mirar adelante para conseguir que me empujen hacia algo nuevo, sin tí, sin lo que pudo haber sido.
(c) Marta Suárez
tienes razon, algo asi nunca se olvida, pero con el tiempo aprendes a vivir sin el.
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