El feo

Ser el patito feo es relativamente común y particularmente doloroso. Por muy fuerte que sea alguien, muy pocas veces se sobrepone realmente a años de insultos y humillaciones. Y es una estupidez, absoluta y rotunda, conseguir hundir a alguien por un simple y casi siempre variable detalle, que se puede cambiar, que se puede mejorar... ¿pero porqué? ¿Por qué tengo que ser como tú? Solo porque un puñado de crueles bocas te griten que eres imperfecto o distinto a lo comunmente establecido. Que has nacido diferente a los que han tomado la bandera de la belleza y la perfección, de lo correcto, y que por no ser así, debes aguantar humillaciones, desprecios y en ningun momento vas a ser escuchado ni valorado por lo que en el fondo, al final, prevalece.

Cuando sobrepasas la edad en que lo superficial pasa a segundo plano, o eso parece, los complejos van desapareciendo, te vas queriendo por lo que eres, y tu alrededor te valora como te mereces. Maduramos, aunque sea muy poco, y los feos, gordos, maricones, gafotas, cojos, bizcos, torpes... se convierten a los ojos de los demás, por fin en lo que son, personas.
Y a veces esos complejos se quedan latentes para siempre, a flor de piel, esperando el minimo dejavu o comentario malintencionado para salir a flote. Volver a clavársete en la mente para hacerte daño. Un recuerdo, una palabra o uno de esos especímenes que todavía se consideran dentro del género humano y que por cualquier circunstancia se han quedado en le paleolítico, pegándose golpes en el pecho con su harén de trogloditas estúpidas a las que arrastran por su cueva; deciden que son quien de poder mirarte por encima del hombro y volver a insultarte sin razón alguna. Se ponen el mundo por montera y con toda la cara del mundo deciden juzgar el conjunto de un ser humano como mejor o peor que él, porque simplemente... no se ajusta a lo que él, pobre diablo, considera "normal". Si no eres del aburrido montón, no mereces vivir. Pasas a ser un sujeto despreciable al que se puede insultar impunemente y reirse con sus amiguetes cuando le de la real gana (esos amiguetes que luego le darán la espalda el día que una ostia le desfigure la cara de guapetorro que cree tener y deje de ser guay).

Y el mundo es así, porque nadie de su lado del charco se atreve a mojarse el culo por los pocos que hay del otro. No se dan cuenta que cualquiera de los neutrales, o incluso los gallitos, el día de mañana podrá estar en el otro lado. Porque descubra su gusto por los bizcochos y gane tres quilitos, porque un tacón se le rompa y se desfigure su nariz de porcelana contra una esquina o porque, simplemente, su look pase de moda. Será un desperdicio humano más para lo "IN" y lo "normal".
Y vendran sus supuestos amigos a humillarle, a tirarle su verborrea con escupitajos llenos de insultos, de desprecio. Y se sentirá solo, solo y marginado como cada vez que un grupo de gente vuelve a considerar que aquel ser humano que acaban de ver, puede ser un buen blanco de sus risas hasta nueva orden.

A veces hay que dejar de mirarse al espejo, y mirarse en los libros. Porque hay un refrán que mi abuelo siempre decía, y que seguramente inventó un marginado blanco de risas y humillaciones.
Ricos y pobres, guapos y feos,
al final todos vamos al mismo agujero.

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