Se había enamorado. Completa y absolutamente. Y no le gustaba nada la idea, porque él era cualquier cosa menos alguien de quien debiera enamorarse. Un alma libre, escurridizo y sin ningún tipo de sentimiento en común con ella. Definitivamente enamorarse siempre había sido un error. Sólo ella tropezaba dos veces en la misma piedra. Y quien dice dos, dice cuatro o cinco, o incluso seis.
Pero había algo en él que hacía su amor ciertamente racional, motivos puntuales que le daban alas a aquellos sentimientos. Y aquella noche era uno de esos momentos que le hacían justificarse a sí misma, quizás con razón o sólo para auto convencerse, que quererle no era algo tan descabellado.

Abrió la puerta de casa, Estaba allí, frente a ella mirándola con el ceño fruncido como cuando esperaba a que ella actuase, con la boca entreabierta jadeando. Empapado de arriba abajo por la lluvia que asolaba Barcelona esa noche, parecía haber corrido kilómetros.
Dio dos pasos hacia delante, y ella, tras hacer un amago de retroceso, para hacerse creer que por lo menos lo había “evitado”, le dejo continuar hacia su cuerpo. Sus manos mojadas y heladas le acariciaron las mejillas, y sin dejar de fijar los ojos en ella, suspiró como ensimismado en su rostro. Ella no bajó la mirada, siguió la suya fugazmente, y poco a poco su aliento apurado y húmedo se acercó al de ella, atemorizado.
La besó, una y otra vez, y cuando quiso darse cuenta, habían cerrado la puerta y él había vuelto a convencerla de que aquello no era un error. Y siendo consciente de lo que estaba haciendo, volver a caer, y lo que vendría después, quedarse hundida mientras él se marchaba, continuó el juego.
En seguida comprendió lo poco satisfactorio de aquello. Ahora la amaría, si, pero en dos horas estaría cogiendo su ropa y saliendo por la puerta, ella no servía para dormir y despertar a su lado al día siguiente. Y aunque la que compartía eso con él todas las noches ya no estaba en su vida, sabía que las cosas no cambian tan fácilmente y la gente mucho menos.
Dio un paso atrás alejándose de él y bajo la mirada:
- ¿Qué pasa? Estás temblando - sonrió - ¿me tienes miedo?
- No, a ti no... - levantó la mirada de nuevo hacia él
- ¿Entonces a quién?
- A mí misma


Historias para no dormir y sí soñar (hª3)
(c) marta.

1 comentario :

  1. Qué grande, Tuqi... estoy llorando...
    La musiquilla esta que tienes de fondo y mi estado de ánimo no combinan bien con esto eh? jajaja
    un besazo. Aojalá algñun día escriba tanto como tú y tan bien.

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