Nocturna

Pocas veces uno consigue aquello que anhela, siempre hay algo o alguien que vigila para robárnoslo. Y cuando alcanzamos un poquito de felicidad o un trocito de un sueño, la sensación dura un instante.
Por eso, cada vez que la vida nos ofrece un guiño, una pequeña sonrisa, solemos cerrar los ojos, coger carrerilla y correr aferrados a ello sin perder un solo segundo. Vivir al máximo, aprovechar cada gotita de buenas vibraciones, cada minuto de libertad y cada dia de seguridad. Porque sabemos que después de todo eso viene otra vez la realidad, la cruda realidad.
Despertar se vuelve todo un reto, y llegar a la meta, sanos y salvos significa abrir de nuevo los ojos, ver que nuestra vida sigue como antes de cerrarlos. Que los libros siguen en la estantería de siempre esperando que alguien les limpie el polvo, que el reloj se ha parado pero el tiempo no, la maleta sigue encima del armario, sin ningún destino para llenarla, la cama sigue deshecha, igual que nuestra vida. El café está frio y las plantas mustias de sed.
Y es que mientras corríamos y huíamos con nuestra felicidad abrazada, la vida siguió adelante y lo peor es que ahora va mucho más rápido que antes.
El ser humano tiene una rara tendencia a escapar. Tanto corremos y escondemos lo que amamos, como luego volvemos a salir corriendo tras ver la realidad. Somos inevitablemente cobardes y yo, hoy, no seré la excepción.

Pontevedra, 18 Oct 2008, 1:36 AM
(c) Marta Suárez Cota

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