Just the end

Es curioso que la palabra fin sea tan corta en tantos idiomas. Fin, end, kraj, eind, fim, crol, slut.
Es como si con el tiempo el ser humano dejase en el lenguaje la huella de un significado más profundo del que se intuye primariamente.
Y es que el fin es así, súbito, intemporal, “un segundo que te cambia la vida”. Sin verlo venir, llegó y se fue. Y es tan difícil coger de nuevo el ritmo de la situación, que lo odias por haber llegado como un invitado maleducado. Sin avisar y sin pararse ni siquiera a explicarte qué hace aquí y porque no te da cinco minutos más.
Es la última tregua, es la rendición, la pérdida o la victoria. Pocas veces y con suerte. Es la llama que desaparece, y se hace la oscuridad. La mordaza del ruido. O el altavoz del silencio.

Quizás es una autodefensa. Porque será mejor que pasarnos dos décimas de segundo más pronunciando su nombre, retrasando lo imparable.

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