La luz en la Oscuridad

Diego seguía en el piso donde habían vivido los dos. Con los mismos muebles, las mismas cortinas, los mismos cuadros. Pero sin las cosas de Maya, solo los recuerdos que él había ido colocando en su mente cada vez que atravesaba el salón.
- ¿Quieres tomar algo? – recogió la chaqueta y el bolso de Maya y los colocó en el perchero.
- Sigues teniendo ese perchero tan horrible, Diego. Cuando te vayas déjame una llave y vengo a quemártelo – se rieron –. Agua estará bien.

Se sentaron en el sofá con dos vasos de agua y Diego comenzó la conversación, pero ella le interrumpió entusiasmada.
- Bueno, ¿qué era eso que querías darme?
- Ah, sí. Toma. – se lo puso en la mano.
- ¿Por qué me das el reloj que te regalé?
- Porque quiero que lo tengas. Está parado...
- ¿Y qué quieres, que le ponga pila? – dijo bromeando Maya, desconcertada.
- Se paró cuando te fuiste. Cuando saliste por la puerta aquel día me metí en cama a oscuras, bajé la persiana y quise olvidar. El tiempo pasó y pasó y no recuerdo cuánto tiempo pasó, pero para mí fueron diez minutos y a la vez tres días.
Miré el reloj y se había parado. Y no quise ponerle pila, decidí engañarme y juré que se la pondría el día que volvieses conmigo, que hubieses cumplido tu sueño y te dieses cuenta de que querías quedarte para siempre y que yo era la mejor oferta que podías recibir.
- Pero al mes tú...
- Si, un mes después fui yo el que me rendí y acabé con todo. Pero en aquel momento todo estaba tan oscuro como aquella habitación. Y creí que aquel reloj sería la luz en la oscuridad. Los rayitos de sol que entran por los últimos huecos de la persiana, y te tranquilizan, porque crees que aunque todo sea malo, de repente subirás la persiana, cuando estés preparado, y todo habrá sido una puta mala noche, una pesadilla.
Y quiero que lo tengas, que te lo lleves a casa, lo mires y si algún día te apetece, le pongas pilas a lo nuestro otra vez. Porque para mí el tiempo se paró con este reloj, Maya. No había más tiempo después de aquel portazo. Es como si se hubiese detenido todo en aquellas agujas, a las seis y treintaiseis.
No sé, es una chorrada pero supongo que... – Maya le besó.

La luz en la Oscuridad - Marta Suárez Cota

1 comentario :

  1. De los que vengo leyendo éste es el mejor de todos. Es concreto en cuanto a la situación y sensible en cuanto a a la capacidad simbólica de los objetos, algo poco común. Preciosa metáfora del amor-desamor cuando se enredan en algo más incomprensible como que cada uno acepta con humor, más que con despecho, su papel. ¡Felicidades!

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