Abrió las gruesas tapas granates del libro recostada entre los cojines del sillón. Se acordó de nuevo de él, como siempre que abría un libro. Pablo era de esos con los que era fácil soñar sin esperarlo, porque en el fondo él no era más que un libro lleno de historias que se abría al azar en una de ellas. Y comenzaba su relato.

Eran casi las ocho y ya el sol se estaba acostando, pero Noa no tenía tanto sueño como él y hoy no tenía a Pablo para contarle historias, le tocaba leérsela ella sola.
Miró por el balcón el cielo naranja y tras mojar su dedo con la lengua, pasó las guardias amarillentas del pesado libro. Fijó su mirada en la primera línea y se sumergió en la lectura.

Un ruido llamó su atención y se movió súbitamente en el sillón. Se había quedado dormida y en el reloj de enfrente eran más de las doce. El pájaro había salido del reloj de cuco de su abuela y la había arrastrado desde lo profundo de sus sueños.
Se pasó las manos congeladas por los brazos y el vello se le erizó, hacía frío. Si hubiera sido hace un tiempo, Pablo habría llegado con una manta roja a taparla antes de que el frío la desvelase. Y al despertar, estaría allí contándole otra vieja historia para que se durmiese y siguiese soñando fantasías de algodón.
Le faltaban demasiadas horas para que amaneciese y los sueños se le habían agotado hacía demasiado tiempo.


comienzo de "Sólo Cinco Minutos Más"
by (c) martasuárez.

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